Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casa.
Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Nunca te llevé a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.
Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos.
Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero...
Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente.
No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas más fenomenales de este circo, y sin embargo baste suponerle una conciencia para comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir como una cosquilla de privilegio.
Rinaldo fue la primera ópera compuesta por Händel en Londres y la primera ópera italiana escrita específicamente para la escena londinense. Para entender cómo funcionaba este mundo en los albores del siglo XVIII debemos saber que el texto fue escrito en gran medida por el empresario Aaron Hill (quien se basó a su vez en el poema Gerusalemme liberata de Torquato Tasso), traducido después al italiano por Giacomo Rossi. De este modo, Hill pudo hacer uso de todos los efectos de tramoya y escenografía que de se disponía en aquel momento, con carros voladores, terribles nubes negras, montañas que desaparecen, dragones que vomitan fuego…
Otra característica de la época era la inexistencia de derechos de autor y la continua re-utilización de material musical antiguo. El hecho de que la música no se pudiera grabar hacía que las composiciones tuvieran una corta vida, y permitía a los autores el reciclar arias, duetos, pasajes instrumentales o cualquier fragmento antiguo. Esto permitió al compositor alemán concluir la partitura en tan sólo dos semanas. Dicho alarde de eficiencia hace que la ópera sea, como solían ser entonces, una serie de piezas independientes sin conexión musical entre ellas, cada una de las cuales se centra en un sentimiento concreto (afecto): venganza, amor, encantamiento, lucha, lamento.
Éste último es el afecto que predomina en nuestro aria, el lamento, en boca de la protagonista Almirena, hija del capitán de la armada cristiana y prometida de Rinaldo. El sencillo texto (“Deja que llore mi suerte cruel y que añore la libertad”) la convierte en una preciosa canción independiente de la ópera, presente en mil y un recitales.
En la versión que escuchamos aquí observamos moderación en el dramatismo del texto en favor de la musicalidad, con recursos dinámicos muy agradables y gran contención en los adornos. Para la orquestación se han empleado instrumentos de época (violines barrocos, violone, una preciosa tiorba y cémbalo, entre otros de cuerda). Yo particularmente agradezco el giro que han dado las modernas grabaciones de música antigua, la calidad y el preciosismo que ofrecen frente al sonido engolado, reverberante y pomposo de iglesias o espacios amplios del que se hacía uso hasta hace muy poco.